Reflexiones de la Palabra de Dios


¡Apártate, Satanás!


La primera gran lección del pasaje evangélico del Domingo (Mt 4,1-11) es ésta: no podemos olvidar que tenemos un adversario invisible, el Diablo, que «ronda como león rugiente, buscando a quién devorar» (1Pe 5,8). De él enseñaba el Papa Pablo VI: «el mal que existe en el mundo es el resultado de la intervención en nosotros y en nuestra sociedad de un agente oscuro y enemigo, el Demonio. El mal no es ya sólo una deficiencia, sino un ser vivo, espiritual, pervertido y pervertidor. Terrible realidad, misteriosa y que causa miedo».

La segunda gran lección es ésta: por la tentación el Demonio busca apartarnos de Dios, fuente de nuestra vida y felicidad. La tentación es la astuta sugerencia a obrar de un modo contrario al que Dios enseña (ver Gén 3,3). Por la tentación el Diablo introduce en el corazón del hombre el veneno de la desconfianza en Dios, haciéndolo aparecer como enemigo de su felicidad y realización (ver Gén 3,4). Al mismo tiempo lo invita a confiar en él, quien le promete “ser como dios”, alcanzar el poder, la gloria y la felicidad, si adora a otros “dioses”, a los ídolos del poseer-placer, del tener o del poder, o incluso adorando al mismo Satanás (ver Mt 4,9).

Cristo tentado en el desierto nos enseña a desenmascarar las tentaciones y desbaratar su fuerza seductora con un método muy claro y sencillo: oponer a la sugestión del Maligno una enseñanza divina. A diferencia de Eva (ver Gén 3,1ss) el Señor Jesús no dialoga con la tentación ingenuamente. Al contrario, a cada una de las sugestiones del Diablo el Señor responde de modo firme, tajante, radical un “está escrito”, utilizando inmediatamente la Palabra divina que ha acogido en su mente y corazón como un escudo para rechazar y apagar el dardo encendido del Maligno (ver Ef, 6,16).

En este sentido enseñaba Lorenzo Scupoli: «Las sentencias de la sagrada Escritura pronunciadas con la boca o con el corazón, como se debe, tienen virtud y fuerza maravillosa para ayudarnos en este santo ejercicio, por esta causa conviene que tengas muchas en la memoria, que se ordenen a la virtud que desees adquirir, y que las repitas muchas veces al día, particularmente cuando se excita y mueve la pasión contraria. Como por ejemplo, si deseas adquirir la virtud de la paciencia, podrás servirte de las palabras siguientes o de otras semejantes: “Más vale el hombre paciente que el héroe, el dueño de sí que el conquistador de ciudades” (Prov 16,32)».

Al mirar a Cristo entendemos que las enseñanzas divinas son armas necesarias para luchar y vencer en el combate espiritual. Quien se nutre «de toda palabra que sale de la boca de Dios» (Dt 8,3; Mt 4,4), quien la medita y guarda haciendo de ella su norma de vida, se reviste de las «armas de Dios» (ver Ef 6,11.13) necesarias para vencer al Maligno y sus astutas tentaciones.

Por otro lado, para no dejarnos engañar por el Maligno es necesario habituarnos a examinar todo pensamiento que viene a nuestra mente, aprender a discernir bien es esencial, pues como escribe San Juan: «no os fiéis de cualquier espíritu, sino examinad si los espíritus vienen de Dios, pues muchos falsos profetas han salido al mundo» (1Jn 4,1; ver Lam 3,40).

No toda “idea mía” es necesariamente “mía”, ni es necesariamente buena por ser mía, y aunque tenga la apariencia de buena, me puede conducir al mal, apartándome de Dios, haciéndome daño a mí mismo y a otros. Por ello es bueno desconfiar sanamente de nosotros mismos, de nuestros propios juicios y criterios, mantener siempre una sana actitud crítica frente a nuestros propios pensamientos. Un criterio muy sencillo para este discernimiento de espíritus es éste: “si esto que se me viene a la mente me aparta de lo que Dios me enseña, no viene de Dios, por tanto, debo rechazarlo de inmediato; pero si objetivamente me acerca a Dios, entonces viene de Dios y debo actuar en esa línea”.

Así, en vez de actuar porque “se me ocurre”, o “porque me gusta/disgusta”, o “porque así soy yo”, o por dejarme llevar por un fuerte impulso pasional o inclinación interior, hemos de actuar de acuerdo a lo que Dios nos enseña.


Rvdo. P. Jürgen Daum
Disponible en: http://www.multimedios.org/docs/d002651/

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