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Mostrando entradas de julio, 2011

Diáfana espera

Esperar, esperar, que pronto la desesperación se vuelve calma; siempre hay cosas que no he captado su existencia o al menos, aún no he aprehendido su sentido. Con la espera no se gana nada, se adquiere experiencia en los sentidos para ver pasar cristalizado el mundo de los otros y de aquél Otro. La espera engendra un tipo de visión acorazada donde ya no te permite saborear en la boca la amargura de la desesperanza. Pasa el tiempo en la crisálida y diáfana faena del tiempo como todo un otro. Ausencia de mí mismo recluido en mi oscura soledad donde nadie penetra. La espera engendra conocimiento, aquél muy sabio: “las perlas no se echan a los puercos”. Ese brillo tenue, grisáceo y suave, que no es propio, resplandece gracias a un brillo mejor como cuando se espera una recompensa o el cumplimiento de una profecía. La espera no tiene premio, el tiempo del otro transcurrido en mi presencia me desvela y desnuda la esencia de las cosas, como si el otro fuera muy parecido a