Planteamientos filosóficos y antropológicos.
Características esenciales de la persona en Julián Marías.
(II)
Muchos filósofos han hablado de la persona, de su realidad y
de sus características, de lo que la constituye. Marías tiene una serie de
características particulares al hablar de persona; me gustaría resaltarlas,
pues, me parecen muy adecuadas y acertadas para el estudio de la persona.
Creación.
El concepto de creación tiene para Marías una nota muy
particular, pues lo asocia al concepto de persona, por ser la persona una
radical novedad, irreductible a toda realidad dada. “La aparición de la persona
–de una persona– en cuanto tal es el modelo de lo que realmente entendemos por
creación: el alumbramiento de una realidad nueva e intrínsecamente irreductible”[1]. La persona
es una realidad totalmente nueva, individual, que, por ser creatura, le corresponde
un ser novedosísimo, que no puede haber otra igual con todo su ser.
Marías no parte del creador, sino del hecho de que es dada,
por ser difícil de demostrar, la persona no se reduce a los padres, por ser,
desde que nace, un yo, completamente irreductible. La persona es una realidad
dada, pero no hecha, y su ser tiene que hacerse, tiene que irse creando en lo
continuo de la vida.
El rostro como acontecimiento dinámico de la persona.
La cara es una parte privilegiada del cuerpo y la más
significativa en cuanto que es la parte delantera del cuerpo y en cuanto que
funciona como su representante. El cuerpo se reduce o se busca en la cara. “La
condición delantera de la cara es esencial: está mirando, está escuchando, está
hablando; es una realidad que existe hacia delante...”[2]. Cuando se señala a
una persona, se señala el rostro, propiamente es su localización; el rostro es
la delantera de la corporeidad.
La persona está presente en su cara, de alguna manera vive
de ella. Con la cara sale al encuentro de los demás y es rostro el que hace
posible la comunicación personal; por medio del rostro se expresa más que
palabras, pues es la expresión de la intimidad, el espejo del alma, el fondo
latente de la persona.
La Voz.
El mismo dinamismo que tiene el rostro lo tiene la voz, la
voz tiene una significación de proa, o delantera, puesto que en la voz
encontramos a la persona como tal y en otra dimensión. “La voz dice lo que
quiere decir el rostro, que se ve pero también se puede tocar, y es entonces
cuando prueba o confirma su realidad, cuando no se limita a ‘ser’ en el sentido
de la consistencia, sino que está, en el mundo efectivo”[3]. La voz es pues una
manifestación personal, cuando escucho una voz identifico de quien es, y
descubro a alguien; la voz es una característica individual que distingue a
cada persona. La voz es la expresión, con la cual, instalada en una lengua hace
posible el lenguaje particular, en sí hace posible una de las formas
particulares de la comunicación humana.
[1] J. Marías, Antropología metafísica, Alianza, Madrid,
1998, p. 38.
[2] J. Marías, Antropología metafísica, 130.
[3] J. Marías, Antropología metafísica, 111.
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