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Religión y Doble A: Cosas por limpiar

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  Samuel Hernández Vázquez En torno a la serie Cosas por limpiar se han realizado reseñas desde distintos puntos para abordar su contenido. Las formas de pobreza del capitalismo del siglo XXI en las grandes sociedades se ha vuelto un tema para las productoras de entretenimiento streaming. La pobreza es la ventana para mostrar a los sujetos vulnerables víctimas de las instituciones económicas, sociales y políticas del sistema capitalista: las mujeres. La serie capta la difícil situación económica que acompaña la violencia contra la mujer y sus instituciones patriarcales. Una serie que adapta la novela Maid: Hard Work, Low Pay, and a Mother’s Will to Survive de Stephanie Land. Publicada en 2019, el libro narra las vivencias de su autora luego de salir de una relación violenta y vivir casi en la indigencia con una hija pequeña, llevándola a obtener varios trabajos como asistenta de limpieza en hogares de familias de clase alta (Lomelí, 2021). Con este preámbulo me gustaría enfocar a

Campo y ciudad

 Las ciudades son espectaculares. Hay muchas más ocupaciones que en la vida del campo. La vida campesina refiere a una actividad agreste y rudimentaria. Mientras que la vida urbana concentra a la nobleza, el culto y la actividad política por excelencia. Lo rural circunda la ciudad, es una extensión de la naturaleza –poco intervenida por el hombre. Otros también lo refieren a una parte con poco “desarrollo”, en cuanto a bienes y servicios. La relación campo/ciudad delimita fronteras para habitar ciudades, pueblos, barrios. Nadie está exento de un topónimo, todo humano nace justo en un lugar (coordenadas espaciotemporales). Yo crecí en zonas limítrofes, en las orillas de un pueblo y la actividad familiar era el campo, agricultores y ganaderos, muy común en la región. Si no hubiera vivido en zonas limítrofes no me hubiera enamorado de la ciudad. Como bien dice San Agustín: “Nadie ama lo que no conoce”.   A mi edad, visité la ciudad una o dos veces, nunca fueron placenteras por el ruido,

Espiritualidad

  La espiritualidad es tan necesaria en nuestro tiempo, como la ética y los valores, pero se han relativizado, diversificado y fragmentado. La modernidad lo ha individualizado al estilo de las monadas de Leibniz o la espuma de Sloterdijk, todos los ámbitos y todas las dimensiones: política, religión, sexualidad, nacionalidad, economía, todas. Necesitamos, mas que nunca, de la espiritualidad, una que nos ayude a no sacarnos los ojos y los dientes, que no nos deje en aislamiento y en la dominación-subordinación draconiana capitalista. La espiritualidad es la forma de ser de cada individuo. El talante que se refiere a la disposición natural del ánimo de una persona. Algunos le llaman individuación, singularidad y especificidad personal, lo que en verdad nos hace diferentes. La diferencia es un rasgo característico del ser, bajo el principio metafísico de no identidad: nadie puede ser y no ser al mismo tiempo. Sin embargo, la espiritualidad no es algo dado por el ser, sino aprendido. Tie

Religión bajo pandemia

A un año de la pandemia y pareciera que la salida todavía no está a la vuelta de la esquina. Sobre todo, para la Iglesia católica, que tardará en reponer sus filas. Eventos masivos, fiestas, romerías y peregrinaciones se cancelaron el año pasado. Los festejos de navidad hicieron estragos, al menos aquí en el estado de Jalisco. La reunión para las familias tradicionales de 12 a 15 hijos fue el principal detonante para la propagación del virus.   Los fieles se resguardan en las redes sociales que dan vida a ciertas celebraciones: grupos de WhatsApp, canales de Facebook y YouTube. Las medidas de sana distancia, cupo del 50% mantiene en opacidad las celebraciones, acentuándose ahora que comienza la Semana Santa. El año pasado las celebraciones se realizaron sin presencia de fieles bajo las disposiciones oficiales nacionales como del estado de Jalisco. Este año las celebraciones se modificarán conforme a la situación actual de la pandemia. Sí se realizarán, pero con salvedades: “entre qui