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Mostrando entradas de julio, 2018

Maldición

Aquel día lo recuerdo bien. ¡Maldita la hora en que lo hice! El sol no se sentía y no calentaba tanto como el verano, el aire era helado. El ambiente tenso, como si urgiera tomar esa decisión…, no había otra. Ya lo sabían. Mi mamá una mujer buena, sin tacha de mala fama, con aquella mirada me ayudó a tomar esa decisión. Yo... ¡Ni siquiera sabía lo que quería en realidad! La suerte estaba echada. Lo mejor fue salir de aquel lugar: que la distancia y el tiempo olvidara todo. Ella lo arregló, faltaba poco para que se fueran en contra de ella también. Todo fue por completo mi responsabilidad y no puede pagar por algo que no hizo. Yo me voy y verán que con el tiempo todo va a cambiar -les digo a mis padres. No me voy para siempre. Aquello fue una despedida. Además, replico, tarde o temprano tenía que irme, que mejor ahora que se presenta la oportunidad. Poco hablaba de mí, metido en los trabajo y quehaceres familiares, esperando la hora acordada. Desde que negoció mi partida fue poco el

I Felipa

I Felipa Fama de “Don Juan”, ¿Yo? No. Mi precocidad sexual en aquel ambiente era normal. No por nada cuidan muy bien a las mujeres y las educan en la virtud y pureza, como a la Virgen María. Es muy común tener relaciones sexuales a temprana edad, es cosa que todos saben, no porque yo lo haga sino porque todos en aquella edad, también iniciaron su sexualidad. ¡Pobre de Felipa! Tan guapa ella, tan alegre, tan jovial… Cómo pensar que sus padres la iban a correr de su casa. ¡Qué ingratos! Nada más se echo a perder y ya. La pobre tuvo que juntarse con las de la cantina -las únicas misericordiosas, que ante aquella desgracia le dieron asilo- de mala fama pero muy profesionales en sus quehaceres. Con Felipa disfruté mucho, sobre todo los contactos sexuales en el corral de su casa. ¡Horas benditas! Aún recuerdo que salía corriendo poniéndome los calzones, cuando su mamá les daba de comer a los puercos. Otras veces terminábamos de enamorados, pero como éstas me dejaba bien prendido

Atisbos del Corazón.

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¡Azul! No sé qué color… Cada mañana se torna oscura; mis oblicuidades, todas, están opacas. Mi cuerpo en constante tensión, el ruido mundanal ha tronado mis sentidos. La sensación de mediocridad corre por mis venas. Vomito constantemente. Soledad, prisión y desilusión adornan mi cuarto, no sé cuánto tiempo serán mis compañeros. ¿Amargura? Lo dulce solo se saborea cuando la hartura contrasta con lo amargo. Muero a cada instante dejando hedor por doquier. La libertad que poseo no deja que vea la luz por la ventana; libertad condicionada, atrapada en la locura y sobriedad; por la comodidad y el encanto… ¡qué pesadez! Mis ideas están sumidas y atrapadas, no salen. Atrofiado, atascado de vida en honda muerte. No hay claridad: sombra, muerte, nada. Aquí solo huele a podredumbre ¿qué más? Amargura sin límite: ¡Saboread! Que hay hasta saciar.