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Reseña de  Memoria de mis putas tristes de  García Márquez El tema central de la obra es un relato sobre los amoríos con prostitutas, que han sido para el narrador el centro de su vida, donde reflexiona sobre el amor, el deseo, y el paso del tiempo. A los noventa años de edad, solo y pensativo, busca, cómo en el transcurso de su vida realizó aquello que más le apasiona: tener sexo con prostitutas, sea cual fuera su condición. Como o dice en narración: “Nunca me he acostado con una mujer sin pagarle, y a las pocas que no eran del oficio las convencí por la razón o por la fuerza de que recibieran la plata anuqué fuera para votarla a la basura” (pág. 16). Pero esta vez quiere deleitarse con un amor virgen, fragante y joven; exige, con el pago, este gusto que, tal vez fuera el último a sus noventa años.   Así es como comienza la obra: “El año de mis noventa años quise regalarme una noche de amor loco con una adolescente virgen” (pág. 1). Mas adelante nos dice: “He empezado con la lla

II Antonieta

II Antonieta A ella se la llevaron a los Estados Unidos y no volvió. "Salió listilla desde chiquilla", dicen los que han vuelto, pues le quitó el marido a su   hermana . De niña era gordita, rubia, de ojos cafés y cara redonda. Ella vivía a dos casas de la mía. Llegaba a pedir limones,  pretexto para  quedarme a jugar. Nos atardecíamos con aquellos juegos,  en el segundo piso de su casa. ¡Los niños no tienen malos pensamientos! ¡son puros! Nadie cuestiona su inocencia. Los padres, como mulas trabajando, ni tiempo tienen de verlos crecer.  Con ella no tuve sexo como con Felipa, pero fue la primera a quien le vi su vagina  virginal , era totalmente hermosa, no tenía vello aún, indescriptible. Sus senos apenas unas perlitas, acaramelados.  No fue el gran amor de mi vida, pero sí, la gran maestra en la templanza; nunca dejó que introdujera mi pene, solo juegos... ardientes y pasionales, y a veces fugaces.  Poco antes de irse, ya con más edad, los contactos y los j

Maldición

Aquel día lo recuerdo bien. ¡Maldita la hora en que lo hice! El sol no se sentía y no calentaba tanto como el verano, el aire era helado. El ambiente tenso, como si urgiera tomar esa decisión…, no había otra. Ya lo sabían. Mi mamá una mujer buena, sin tacha de mala fama, con aquella mirada me ayudó a tomar esa decisión. Yo... ¡Ni siquiera sabía lo que quería en realidad! La suerte estaba echada. Lo mejor fue salir de aquel lugar: que la distancia y el tiempo olvidara todo. Ella lo arregló, faltaba poco para que se fueran en contra de ella también. Todo fue por completo mi responsabilidad y no puede pagar por algo que no hizo. Yo me voy y verán que con el tiempo todo va a cambiar -les digo a mis padres. No me voy para siempre. Aquello fue una despedida. Además, replico, tarde o temprano tenía que irme, que mejor ahora que se presenta la oportunidad. Poco hablaba de mí, metido en los trabajo y quehaceres familiares, esperando la hora acordada. Desde que negoció mi partida fue poco el

I Felipa

I Felipa Fama de “Don Juan”, ¿Yo? No. Mi precocidad sexual en aquel ambiente era normal. No por nada cuidan muy bien a las mujeres y las educan en la virtud y pureza, como a la Virgen María. Es muy común tener relaciones sexuales a temprana edad, es cosa que todos saben, no porque yo lo haga sino porque todos en aquella edad, también iniciaron su sexualidad. ¡Pobre de Felipa! Tan guapa ella, tan alegre, tan jovial… Cómo pensar que sus padres la iban a correr de su casa. ¡Qué ingratos! Nada más se echo a perder y ya. La pobre tuvo que juntarse con las de la cantina -las únicas misericordiosas, que ante aquella desgracia le dieron asilo- de mala fama pero muy profesionales en sus quehaceres. Con Felipa disfruté mucho, sobre todo los contactos sexuales en el corral de su casa. ¡Horas benditas! Aún recuerdo que salía corriendo poniéndome los calzones, cuando su mamá les daba de comer a los puercos. Otras veces terminábamos de enamorados, pero como éstas me dejaba bien prendido

Atisbos del Corazón.

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¡Azul! No sé qué color… Cada mañana se torna oscura; mis oblicuidades, todas, están opacas. Mi cuerpo en constante tensión, el ruido mundanal ha tronado mis sentidos. La sensación de mediocridad corre por mis venas. Vomito constantemente. Soledad, prisión y desilusión adornan mi cuarto, no sé cuánto tiempo serán mis compañeros. ¿Amargura? Lo dulce solo se saborea cuando la hartura contrasta con lo amargo. Muero a cada instante dejando hedor por doquier. La libertad que poseo no deja que vea la luz por la ventana; libertad condicionada, atrapada en la locura y sobriedad; por la comodidad y el encanto… ¡qué pesadez! Mis ideas están sumidas y atrapadas, no salen. Atrofiado, atascado de vida en honda muerte. No hay claridad: sombra, muerte, nada. Aquí solo huele a podredumbre ¿qué más? Amargura sin límite: ¡Saboread! Que hay hasta saciar.

Olvido

Cómo después de haber sido dices llenarlo de olvido y figurar que nada pasó. Yo te grito al oído que: no olvido lo vivido y que tu estampa en mi penetró. Lo que nunca me haya acontecido contigo digo haberlo sentido y que nunca se desvaneció. Mi amor nada empobrecido lo desprendo enardecido y dices: ¡Terminó! Elevaste el amor mío, no espero nada ni tu descuido, cuando tú fuiste, todo inició. Samuel Hernández vázquez 

Lo otro que yo

¡Qué difícil es lo otro! Tan lleno y ausente. Entrar en un mundo distinto colmado de semejanzas de mí y de sí, con un poco de inconsciencias. Lo otro que yo que siente, que anhela, con o sin esperanza, que lucha, pierde y triunfa,  ...  que a veces desespera. Samuel Hernández Vázquez 

Encuentros inmaculados

Un joven delgado, alto, pelo rapado y sucio, caminaba hacia Plaza del Sol con toda intensión. No lo hubiera percibido hasta que, a dos metros de distancia, se para frente a mí. Me genera sorpresa --lo escaneo en una mirada de milisegundos en caso de amenaza. Sale de su boca una voz tenue pero segura: -V oy a Plaza del Sol, necesito dos pesos para tomar el camión ¿me los da? En la primera pausa de la frase pensé que preguntaba para orientarse, rápido ideé una respuesta, pero no era esa la pregunta. La intención clara y firme de aquel joven me hizo sacar sin titubear el dinero del bolsillo. Estiró la mano y le doy dos pesos. Los tomó y siguió su camino. Me quedé observando aquella fantasmagórica, extraña, misteriosa y ensimismada figura en la distancia. A unos veinte pasos volteó, se encorvó un poco, no escuché su voz, pero vi en el movimiento de sus labios un ¡gracias! … el joven se perdió en la nada de aquel paisaje urbano. @muelcoco

Al salir la jornada

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-¿Y ahora qué? -A s eguir con el ritmo. -Es excesivo, no creo aguantar, estoy desesperado. - Si paras te mueres y te echan fuera de todo. Incluso, hay dobletear turno para tener un dinerito extra y gastar después de misa. Ya sabes que la cosa aprieta, pero no mata. No te quejes, se positivo. - ¡Pinche vida!... simplemente no podemos morir. ¡Dobletear turno! Ni con otra vida, ni con la de mi mujer y la de mis hijos, ¡ni con la de cien hijos en esta puta, perra y  miserable  vida!... - Cálmese compadre, saliendo la jornada yo invito las chelas. Bueno, pa’ celebrar una de añejo especial, de la que le gusta. ¿Qué te parece? … va…, pa’ que se le quiten esas jetas largas y pa’ que hoy pueda dormir bien. No me venga con lo duro de la vida, ni que yo fuera privilegiado e inmune, ¿somos compadres no? ..., yo invito. - ¿Y las de mañana… y las del próximo año ... ¿Quién las va a invitar? Solo así se puede vivir bajo anestesia, para no sentir o más bien, sentir la puta vida en las ve