Espiritualidad de Santa Maria de Jesús Sacramentado (II)
Qué significa llevar en sí la cruz de Cristo
La espiritualidad de la cruz comienza con las palabras del Evangelio: “El que no tome su cruz y me sigue no es digno de mí” (Mt. 10, 38). ¿Qué significa llevar la cruz? Es una metáfora evangélica que tiene diversas interpretaciones y enfoques: unos dicen que llevar la cruz es aceptar los problemas y contradicciones de la vida cotidiana, otros dicen que la cruz es el estatus social en el que naciste otros mas es la situación en la que te encuentras atrapado, otros más dicen es aceptar mi persona tal cuál es; en fin son muchas las interpretaciones de la cruz.
Dentro de los escritos personales de Santa María de Jesús Sacramentado encontramos la cruz en un sentido positivo y evangélico. Todos sus escritos, palabras o máximas adquieren sentido en la vida que ha llevado en esta tierra y no podemos desligarnos de ello. Pero ¿Por qué tanta importancia en la cruz? ¿Qué tiene de novedoso? ¿Qué nos enseña? Lo que ella deja es un camino de perfección, camino que ella acendró durante el transcurso de su vida. Las cosas espirituales llevan un proceso y todo a su debido tiempo.
Llevar en sí la cruz de Cristo implica un proceso que integra a toda la persona y sus facultades. Llevar la cruz de Cristo no significa que voy a tomar algo externo y cargarlo, sino tomar y llevar en mí mi propia condición humana y todo mi ser. Esto implica la acción de todas mis facultades y de las dimensiones de mi ser llevadas a la conciencia: modelarla, formarla y perfeccionarla a la luz de Cristo, de su Palabra, de su Buena Nueva. De otra manera, tomar sus actitudes y enseñanzas para actuar desde él; adherirse a la persona misma de Jesús, identificarse con él, hasta el punto de ser otro Cristo (Ga 2, 20; Ro 6, 5-11). No voy a ser una cosa distinta a mí o formar otra persona ajena a mí, sino que, desde todo mi ser, anteponer a Cristo en mi obrar, pensar y ser, que mis acciones hablen de él. Cristo no roba mi personalidad o mi ser; ni mucho menos yo me quedo en un segundo plano; al contrario perfecciona mi ser, me da vida, y vida a mis acciones.
Santa María de Jesús Sacramentado escribe en los grados de perfección la forma en que se unen los brazos a la Cruz y como trabajar de modo personal en cada uno de ellos. Cada Brazo tiene acciones específicas para alcanzar la perfección, para llegar a Dios (la perfección evangélica). En el primer brazo, que son los pies, “Combatir los vicios” con los siguientes grados: 7o “Evitar varonilmente todo afecto desarreglado a personas o cosas que nos acerque al pecado”, 8o “Estar en oración día y noche” y sobre todo el grado 12o “Gustar y sentir la divina dulzura”. Vamos a combatir los vicios con fuerza, con oración y con la gracia de Dios, sintiendo en nuestra vida la dulzura de su misericordia y amor.
El segundo brazo, las manos, nos lleva al “abandono de los bienes temporales” por medio de los grados: 1o “un conocimiento perfecto de nuestros defectos y de nosotros mismos”, 2o “ya conocidos, una lucha constante sobre nosotros mismos”. El desapegarnos de los bienes temporales se hace de una manera consciente o no se hace, por eso si no nos conocemos, no podemos saber que nos estorba para acercarnos más a Dios.
El tercer brazo, el corazón, nos lleva al “abandono de los afectos carnales” y esto implica: 3o “Temor grande de nuestras faltas”, 4o “Temor grande de nuestra fragilidad”, 5o “Constantemente corregir nuestros sentidos” y 13o “Tener piedad del todo el mundo, la caridad, la caridad y la humildad universal, son la verdadera virtud”. El temor a Dios y de nuestra fragilidad, el temor se lleva acabo con la corrección de nuestros sentidos para no ofenderlo. El temor y la corrección constante en mi persona, implica tener mucha caridad y humildad en todo cuanto nos rodea.
Por último el cuarto brazo, la cabeza, nos lleva al “desprecio de sí mismo” y esto por medio de: 6o “Tener grande fortaleza y paciencia en nuestras tribulaciones y sufrimientos”, 9o “tener un continuo recuerdo de los beneficios de Dios”, 11o “Un grande y ferviente deseo de que Dios sea amado, conocido en todo el mundo, con el buen ejemplo y siendo humilde puedo hacerlo yo”, 14o “constantemente volverse a Dios y glorificarle”, 15o “perderse, consumirse en Dios”. Recordar los beneficios de Dios nos lleva a glorificarle y tener presente su mano en nuestra vida e historia.
Santa María de Jesús Sacramentado termina los grados de perfección escribiendo “soy nada”, reconociendo al fin que la perfección no está en mí como criatura sino en Dios que me ha dado todo cuanto tengo y soy. El desprecio de sí, no es un rechazo de todo lo que soy, sino que, el reconocimiento de Dios en mi persona como criatura (Lc. 1, 46), este desprecio me abre a confiar plenamente en Dios y en su providencia. Este desprecio no es agresivo, ni priva, ni quita, sino que me acerca a Dios plenamente y al sentido verdadero de la existencia.
La constancia, la fortaleza y la obediencia en Dios y a Dios en el ejercicio de hacer su voluntad nos lleva a reconocer en nosotros la obra de Dios. Cristo lleva una corona de espinas y esto es signo de nuestro desprecio de nosotros mismos para que Dios Padre sea ensalzado y glorificado en mí pequeñez, para que Dios obre maravillas en mí (Lc, 1, 49).
Los grados de perfección no son de forma ascendente, sino que cada uno tiene su forma propia y proporcionada para llegar al cumplimiento de la perfección (Cfr. Mt 5, 48). Los grados se trabajan en conjunto y no por separado es una misma cruz la que se carga. No es ascendente el movimiento espiritual sino integrador, unificador; es un movimiento de reflexión de estar alertas y despiertos trabajando por el crecimiento espiritual, configurándonos con Cristo el Maestro(Mt, 25, 13; Mc, 13, 33-37).
BUENA INFORMACIÓN...
ResponderEliminar