I Felipa
I
Felipa
(1) Referencia:
De Silvia Federici,
(2024). Calibán y la Bruja. Mujeres, cuerpo y acumulación originaria, Tina
Limón.
A finales, no obstante,
del siglo XV, se puso en marcha una contrarrevolución que actuaba en todos los
niveles de la vida social y política. En primer lugar, las autoridades
políticas realizaron importantes esfuerzos por cooptar a los trabajadores más
jóvenes y rebeldes por medio de una maliciosa política sexual, que les dio
acceso a sexo gratuito y transformó el antagonismo de clase en hostilidad
contra las mujeres proletarias. Como ha demostrado Jacques Rossiaud en Medieval
Prostitution (1988) [La prostitución medieval], en Francia las autoridades
municipales prácticamente dejaron de considerar la violación como delito en los
casos en que las víctimas fueran mujeres de clase baja. En la Venecia del siglo
XIV, la violación de mujeres proletarias solteras rara vez tenía como
consecuencia algo más que un tirón de orejas, incluso en el caso frecuente de
un ataque en grupo (Ruggiero, 1989: 94, 91-108). Lo mismo ocurría en la mayoría
de las ciudades francesas. Allí, la violación en pandilla de mujeres proletarias
se convirtió en una práctica común, que los autores realizaban abierta y
ruidosamente por la noche, en grupos de dos a quince, metiéndose en las casas o
arrastrando a las víctimas por las calles sin el más mínimo intento de
ocultarse o disimular. Quienes participaban en estos «deportes» eran aprendices
o empleados domésticos, jóvenes e hijos de las familias acomodadas sin un
centavo en el bolsillo, mientras que las mujeres eran chicas pobres que
trabajaban como criadas o lavanderas, de quienes se rumoreaba que eran
«poseídas» por sus amos (Rossiaud, 1988: 22). De media la mitad de los jóvenes
participaron alguna vez en estos ataques, que Rossiaud describe como una forma
de protesta de clase, un medio para que hombres proletarios —forzados a
posponer su matrimonio durante muchos años debido a sus condiciones económicas—
se cobraran «lo suyo» y se vengaran de los ricos. Pero los resultados fueron
destructivos para todos los trabajadores, en tanto que la violación de mujeres
pobres con consentimiento estatal debilitó la solidaridad de clase que se había
alcanzado en la lucha antifeudal. Como cabía esperar, las autoridades
percibieron los disturbios causados por semejante política (las grescas, la
presencia de pandillas de jóvenes deambulando por las calles en busca de
aventuras y perturbando la tranquilidad pública) como un pequeño precio a pagar
a cambio de la disminución de las tensiones sociales, ya que estaban
obsesionados por el miedo a las grandes insurrecciones urbanas y la creencia de
que si los pobres lograban imponerse se apoderarían de sus esposas y las
pondrían en común (ibidem: 13).
Para estas mujeres
proletarias, tan arrogantemente sacrificadas por amos y siervos, el precio a
pagar fue incalculable. Una vez violadas, no les era fácil recuperar su lugar
en la sociedad. Con su reputación destruida, tenían que abandonar la ciudad o
dedicarse a la prostitución (ibidem; Ruggiero, 1985: 99). Pero no eran las
únicas que sufrían. La legalización de la violación creó un clima intensamente
misógino que degradó a todas las mujeres cualquiera que fuera su clase. También
insensibilizó a la población frente a la violencia contra las mujeres,
preparando el terreno para la caza de brujas que comenzaría en ese mismo
periodo (pp. 98-99).
Muy buen cuento
ResponderEliminarWow! Sí, buena narración.
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