Maldición
Aquel día lo recuerdo bien. ¡Maldita la hora en que lo hice!
El sol no se sentía y no calentaba tanto como el verano, el aire era helado. El
ambiente tenso, como si urgiera tomar esa decisión…, no había otra. Ya lo sabían.
Mi mamá una mujer buena, sin tacha de mala fama, con aquella mirada me ayudó a
tomar esa decisión. Yo... ¡Ni siquiera sabía lo que quería en realidad! La suerte
estaba echada. Lo mejor fue salir de aquel lugar: que la distancia y el tiempo olvidara
todo. Ella lo arregló, faltaba poco para que se fueran en contra de ella también.
Todo fue por completo mi responsabilidad y no puede pagar por algo que no hizo.
Yo me voy y verán que con el tiempo todo va a cambiar -les digo a mis padres. No
me voy para siempre. Aquello fue una despedida. Además, replico, tarde o
temprano tenía que irme, que mejor ahora que se presenta la oportunidad. Poco hablaba
de mí, metido en los trabajo y quehaceres familiares, esperando la hora
acordada. Desde que negoció mi partida fue poco el contacto que tuve con las
personas del pueblo, como si me hubieran apartado por completo del todos. Tarde
se me hace para partir.
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