I Felipa


I

Felipa



Fama de “Don Juan”, ¿Yo? No. 
Mi precocidad sexual en aquel ambiente era normal. No por nada cuidan muy bien a las mujeres, las educan en la virtud y pureza como a la Virgen María. Las relaciones sexuales a temprana edad, es cosa sabida, no porque yo lo hiciera, sino porque ahí se inicia con esta expetiencia.

¡Pobre de Felipa! Tan guapa, tan alegre, tan jovial… 
Cómo pensar que sus padres la iban a correr de su casa. 
¡Qué ingratos! 
Nada más se echo a perder, y la abandonaron. 
La pobre no tuvo más asilo que con las putas de la cantina -las únicas misericordiosas, que ante aquella desgracia le dieron asilo-, de mala fama sí, pero muy profesionales en sus quehaceres (1).

Con Felipa disfruté mucho, sobre todo las calenturas en el corral de su casa. ¡Horas benditas! Aún recuerdo que salía corriendo poniéndome los calzones, cuando su mamá les daba de comer a los puercos. Otras veces, terminábamos de enamorados, pero como éstas me dejaba bien prendido.

Nadie te enseña a tener sexo a los ocho años. 
¡Pobre de la Felipa! 
¿Quién sabe de ella, será feliz? 
Su cabello rubio, hasta el de la pelvis, parecían de un dorado sinigual; sus ojos café claros y su piel blanca suave de terciopelo. Hace tanto que ya no voy a Tototlán. 
¿Qué hará? 
Me gustaría volver a verla, nunca me despedí. A veces, me visita por sorpresan en sueños
Sus padres y el pueblo le dieron una amarga sentencia, para mí el destierro.


(1) Referencia:

De Silvia Federici, (2024). Calibán y la Bruja. Mujeres, cuerpo y acumulación originaria, Tina Limón.

A finales, no obstante, del siglo XV, se puso en marcha una contrarrevolución que actuaba en todos los niveles de la vida social y política. En primer lugar, las autoridades políticas realizaron importantes esfuerzos por cooptar a los trabajadores más jóvenes y rebeldes por medio de una maliciosa política sexual, que les dio acceso a sexo gratuito y transformó el antagonismo de clase en hostilidad contra las mujeres proletarias. Como ha demostrado Jacques Rossiaud en Medieval Prostitution (1988) [La prostitución medieval], en Francia las autoridades municipales prácticamente dejaron de considerar la violación como delito en los casos en que las víctimas fueran mujeres de clase baja. En la Venecia del siglo XIV, la violación de mujeres proletarias solteras rara vez tenía como consecuencia algo más que un tirón de orejas, incluso en el caso frecuente de un ataque en grupo (Ruggiero, 1989: 94, 91-108). Lo mismo ocurría en la mayoría de las ciudades francesas. Allí, la violación en pandilla de mujeres proletarias se convirtió en una práctica común, que los autores realizaban abierta y ruidosamente por la noche, en grupos de dos a quince, metiéndose en las casas o arrastrando a las víctimas por las calles sin el más mínimo intento de ocultarse o disimular. Quienes participaban en estos «deportes» eran aprendices o empleados domésticos, jóvenes e hijos de las familias acomodadas sin un centavo en el bolsillo, mientras que las mujeres eran chicas pobres que trabajaban como criadas o lavanderas, de quienes se rumoreaba que eran «poseídas» por sus amos (Rossiaud, 1988: 22). De media la mitad de los jóvenes participaron alguna vez en estos ataques, que Rossiaud describe como una forma de protesta de clase, un medio para que hombres proletarios —forzados a posponer su matrimonio durante muchos años debido a sus condiciones económicas— se cobraran «lo suyo» y se vengaran de los ricos. Pero los resultados fueron destructivos para todos los trabajadores, en tanto que la violación de mujeres pobres con consentimiento estatal debilitó la solidaridad de clase que se había alcanzado en la lucha antifeudal. Como cabía esperar, las autoridades percibieron los disturbios causados por semejante política (las grescas, la presencia de pandillas de jóvenes deambulando por las calles en busca de aventuras y perturbando la tranquilidad pública) como un pequeño precio a pagar a cambio de la disminución de las tensiones sociales, ya que estaban obsesionados por el miedo a las grandes insurrecciones urbanas y la creencia de que si los pobres lograban imponerse se apoderarían de sus esposas y las pondrían en común (ibidem: 13).

Para estas mujeres proletarias, tan arrogantemente sacrificadas por amos y siervos, el precio a pagar fue incalculable. Una vez violadas, no les era fácil recuperar su lugar en la sociedad. Con su reputación destruida, tenían que abandonar la ciudad o dedicarse a la prostitución (ibidem; Ruggiero, 1985: 99). Pero no eran las únicas que sufrían. La legalización de la violación creó un clima intensamente misógino que degradó a todas las mujeres cualquiera que fuera su clase. También insensibilizó a la población frente a la violencia contra las mujeres, preparando el terreno para la caza de brujas que comenzaría en ese mismo periodo (pp. 98-99).

 

@muelco 

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