Espiritualidad

 

La espiritualidad es tan necesaria en nuestro tiempo, como la ética y los valores, pero se han relativizado, diversificado y fragmentado. La modernidad lo ha individualizado al estilo de las monadas de Leibniz o la espuma de Sloterdijk, todos los ámbitos y todas las dimensiones: política, religión, sexualidad, nacionalidad, economía, todas. Necesitamos, mas que nunca, de la espiritualidad, una que nos ayude a no sacarnos los ojos y los dientes, que no nos deje en aislamiento y en la dominación-subordinación draconiana capitalista.

La espiritualidad es la forma de ser de cada individuo. El talante que se refiere a la disposición natural del ánimo de una persona. Algunos le llaman individuación, singularidad y especificidad personal, lo que en verdad nos hace diferentes. La diferencia es un rasgo característico del ser, bajo el principio metafísico de no identidad: nadie puede ser y no ser al mismo tiempo. Sin embargo, la espiritualidad no es algo dado por el ser, sino aprendido. Tiene que ver con el grado de socialización y cultura circunstancial al individuo.

Muchos confunden religión con espiritualidad, tienen relación, pero no son sinónimos. Tampoco una procede de la otra. La espiritualidad es el talente con el que enfrentamos la vida. En algunos se aprecia más por el tipo de carácter que presentan (la reacción ante cualquier evento); en otros es imperceptible, ordinario, común. Es una cuestión de educación, de conocimiento profundo y verdadero, puesto que es un saber sobre “quien se es”, quien se ha sido y quien se quiere ser. La espiritualidad es una conciencia futuriza: mi ser que se despliega constantemente en actos. Porque es potencialidad, proyección que puede y no puede ser, que puede y no puede llegar al punto final fijado.

Sin tantos conceptos de la filosofía clásica, la espiritualidad es conciencia de sí, de lo que se desea ser, a donde se quiere ir siendo presente. Los griegos sabían muy bien como dirigir y educar al ser humano, crearon un sistema ético para vivir en sociedad y crear un mundo con sentido, con proyecto y cultura. Mas allá de vivir bajo tiranía, monarquía o democracia la espiritualidad se forja bajo cuatro virtudes, que ellos definieron como cardinales: prudencia, justicia, fortaleza y templanza. Virtud es un ejercicio trayectivo, el camino recorrido para estar situados en un punto y espacio específicos.

No podemos hablar de espiritualidad sin conocimiento de sí, sin trayecto, sin proyecto, sin virtud (vida probada) y sin educación. La espiritualidad es algo que no termina hasta que morimos, cuando por fin se puede ver a distancia nuestra estela y el horizonte recorrido. Por eso la vida de Jesús de Nazaret caló tanto en tanta gente y lo sigue haciendo, pero como el nazareno hay otras tantas figuras que han moldeado y dado vida a la humanidad en cualquier punto del planeta.

Tener una espiritualidad al modo de Cristo no implica una denominación institucional sistematizada, implica una vida comprometida con los atisbos del Evangelio, una vida comprometida con su propia circunstancia y la de los demás hasta las últimas consecuencias: cruz, escarnio, condena, calumnia, muerte y mucho más que no se ha pensado ni pasado por ahí. La espiritualidad soporta todo porque es consciente y sabe a donde va, vive del proyecto trazado en la mente, en la individualidad personal.

@muelcoco

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