Campo y ciudad
Las ciudades son espectaculares. Hay muchas más ocupaciones que en la vida del campo. La vida campesina refiere a una actividad agreste y rudimentaria. Mientras que la vida urbana concentra a la nobleza, el culto y la actividad política por excelencia. Lo rural circunda la ciudad, es una extensión de la naturaleza –poco intervenida por el hombre. Otros también lo refieren a una parte con poco “desarrollo”, en cuanto a bienes y servicios.
La relación campo/ciudad delimita fronteras para habitar ciudades,
pueblos, barrios. Nadie está exento de un topónimo, todo humano nace justo en
un lugar (coordenadas espaciotemporales). Yo crecí en zonas limítrofes, en las
orillas de un pueblo y la actividad familiar era el campo, agricultores y
ganaderos, muy común en la región. Si no hubiera vivido en zonas limítrofes no
me hubiera enamorado de la ciudad. Como bien dice San Agustín: “Nadie ama lo
que no conoce”. A mi edad, visité la ciudad
una o dos veces, nunca fueron placenteras por el ruido, el aire sucio y mucha
gente. En las visitas la ciudad era impersonal, además por la distancia y el
traslado no era fácil.
Fue cuando conocí gente de la ciudad que me pareció impresionante
porque las personas no tenían una vida determinada, podían dedicarse a muchas
actividades. La vida rural, al contrario de la vida urbana, persigue el ciclo
anual y agrícola-religioso, no hay nada nuevo bajo la costumbre, el deber ser y
la posición heredada de generación en generación que determinan a cada
individuo forjado en la colectividad. En la ciudad hay otras maneras muy distintas
de terminarse. Por medio del estudio las personas adquieren profesiones,
actividades particulares de los ámbitos sociales: abogados, médicos, maestros ingenieros,
sacerdotes, artistas.
Lo que más admiraba de las personas de la ciudad era que no
trabajan en el campo y que a sus hijos no les obligaban a trabajar en las
actividades familiares. En mi caso le dedicaba la mañana a la escuela y en la
tarde ordeñábamos vacas lecheras, en las vacaciones se dedicaba todo el tiempo
al cultivo de maíz. Cuando salí la secundaria, conseguí estudiar la prepa en la
ciudad, cosa que ya no iba a hacer en el pueblo. Un internado con orientación vocacional
de cura. Una profesión que te determina para toda la vida por lo que desistí,
justo cuando estudiaba filosofía. Con antecedentes de filosofía trunca y sin profesión
decidí estudiar sociología, un proceso paulatino de pensamiento crítico y autónomo.
El pueblo se vuelve nostálgico, a distancia puedo apreciar
sus virtudes, desde la ciudad puedo ver su belleza y necesidad. Pero ¡oh
sorpresa! La vida no se puede regresar, el camino se ha trillado y no se puede
desandar. Es lo andando que determina a los del campo y a los de la ciudad. Ya
no sé si llorar por mi pasado o porque ya no puedo regresar a los campos añorados
con tanta libertad.
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