Crónica del 21 de marzo 2011 en el Ixtepetec, Guadalajara, Jal.
Justo
a las 8:00 en punto de la mañana, el sol ya había salido. La ciudad estaba
despejada, poco tráfico (día de asueto) por las calles. En la puerta de la
entrada había una lona impresa con el programa de actividades para realizarse a lo
largo del día; entre los eventos se encontraban rituales, conferencias,
conciertos, ceremonias, así como talleres para niños. Muchos puestos de comida, artesanías por la avenida y la entrada principal.
Seguí los caminos de cemento que conducen
a la pirámide central. En cuanto me iba acercando el aroma a copal, los sonidos
del caracol que resuena de manera continua, el ¡tum tum! de los tambores eran
cada vez más intensos. Un pasto seco y amarillo por el sol, pocos árboles y con
muy poca sombra; a lo lejos y en rededor se aprecia el levantamiento de
viviendas. Una zona arqueológica a las afueras de la ciudad, donde la
urbanización la han superado.
Subí a la pirámide central o al más alto monticulo construido como tal, se encontraban no más de 100 personas, en su mayoría vestidas de
blanco. En el lugar había cuatro personas haciendo limpias, “chamanes”: uno
joven muy cerca de las escaleras principales, vestido de blanco, un blanco no muy
pulcro, deslavado, con un paño en la cabeza, en el suelo con una sabana tenia
todos los productos esotéricos, velas, sortijas, hiervas y polvos; por el lado
sur-este estaban dos mujeres con vestido blanco de rasgos faciales grotescos,
morenas, pelo largo y suelto, con huaraches, también un listón rojo amarrado en
la cabeza. En el suelo, tenían en una tela su productos esotéricos, con los
cuales realizaban limpias a las personas que se acercaban. Del lado sur de la
pirámide estaba un señor de edad madura, moreno, tenía en una mesa chica sus
herramientas para hacer limpias. El costo de la limpia dependía de la voluntad
de la gente.
Justo en el centro de lo alto de la
pirámide formando un círculo había 10 personas entre hombres y mujeres vestidos
de aztecas, danzando al ritmo del tambor y del caracol. A medias del círculo se
quemaba incienso y copal. Algunas personas comenzaron a retirarse, otras apenas
llegaban. Personas se acercaban a ver de cercas la danza, otras se acercaban
con los chamanes para limpiarse de las malas vibras; todo aquello era opcional
y espontaneo. No faltaba el ritual saludo al sol con las palmas en su dirección
por su nuevo ciclo, repitiéndolo hacia los cuatro puntos cardinales, con
palabras o sin ellas, como implorado su energía. Después de haber hecho
contacto con lo sagrado mediante algún ritual, la gente se despedía del lugar y
se retiraba.
A las 9:30 dejaron de danzar, paró el
sonido del tambor, del caracol y las sonajas. La gente llegaba directamente con
los chamanes, se formaban filas para esperar su turno. Personas en
grupos comenzaban a recitar palabras en dirección al sol, otros en círculo.
Personas buscaban lugar para descansar. La concurrencia de las personas era
cada vez más, por los caminos había más personas acercándose a lugar donde se
tenía contacto más directo con lo sobrenatural.
Los chamanes comenzaron atraer a todas las personas, sus
filas fueron creciendo cada vez más y más. Se incorporó un hombre vestido de
huichol, en su mano traía una vara con plumas, algo diferente a las otras
personas que hacían limpias. Y en dirección norte-oeste se colocó una mesa con
incensarios de barro, y productos esotéricos, tres personas eran las que hacían
los rituales de ablución de la energía, una mujer y dos hombres. No solo había
chamanes en lo alto de la pirámide, también había otra persona haciendo
rituales de purificación, ya con fila de espera; además, una mujer haciendo
reiki de bajo de una árbol frondoso
A las nueve de la mañana comenzaba el programa con una
conferencia sobre “la observación astronómica del sol” por el grupo Orión. El
lugar de las conferencias y donde se realizaría este programa fue junto a la
puerta principal de lado derecho, se acondicionó una tarima con sillas y
sonido, también había toldos donde se realizarían talleres para niños.
A las 11:00 de la mañana comenzó un ritual
de bienvenida de la primavera común en lo alto de la pirámide. Todos formaron
un circulo en centro una mesa con imágenes prehispánicas, productos esotéricos,
un incensario de barro saliendo humo de él. Una mujer joven leía y hacia que la
gente repitiera, en dirección de los cuatro puntos cardinales la gente
levantaba sus palmas y la joven hacia la oración. Al termino un hombre, de 70
años de edad aproximadamente comenzó a recibir personas y limpiarlas de manera
ritual. Mucha gente le hizo fila. Un poco después comenzó el tambor a tocar y
con él comenzaron a danzar personas vestidas de aztecas, algunas eran
diferentes a las que danzaron en la mañana; el caracol comenzó a sonar
frecuentemente. Aquello ya era un tumulto de gente, niños, jóvenes adultos; en
grupo, en familias, en pareja. La gente en procesión subía a la pirámide otra
bajaba.
Eran las 12:00 del día, gente por los caminos, iba y venia,
gente amontonada bajo la sobra de los pocos árboles que hay, niños con
papalotes, personas con sus mascotas, todo aquello parecía una verbena popular.
Lo alto de la pirámide se convirtió en el lugar más sagrado de aquel lugar,
donde la gente se limpiaba, oraba y se cargaba de energía solar. Las personas
levantaban sus manos para recibir la energía. Una grupo como de cuarenta
personas hizo un círculo tomado de las manos, abajo fuera de la pirámide. Me
acerque y cantaban canciones populares, como el himno a la alegría, la canción
se escuchaba desde lejos porque todas el grupo cantaban.
Samuel Hernández Vázquez
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