Atisbos del corazón
¡Azul! No se que color... Cada mañana se torna obscura, mis habilidades todas están opacas, mi cuerpo está en constante tensión. El ruido mundanal ha tronado mis oídos. Una sensación de mediocridad corre por mis venas. Vomito constantemente. Deseo muchas cosas, de las cuales... egoísmo es lo que me queda.
Soledad, prisión y desilusión adornan mi cuarto, no se cuanto tiempo viviré de la misma manera. ¿Amargura? Lo dulce sólo se prueba diluido con lo amargo hasta la hartura. Vuelvo a vomitar. Muero a cada instante dejando hedor por doquier. La libertad que aún poseo no deja ver la luz por la ventana; libertad, condicionada y atrapada por la locura y la sobriedad. Comodidad y encanto, ¡que pesadez! ...
Mis ideas están sumidas y atrapadas, no salen. Atrofiado, atascado de vida, hartura, colage de muerte. No hay claridad. Sombra, abismo. No hay lugar vacío, todo está ocupado, harto; no hay lugar a donde ir, ni en la imaginación: ¡prostituta mundana! Vomito. De tanto expulsar excremento mal digerido encuentro un punto de apoyo: ¡Mañana será otro día!
Samuel Hernández Vázquez
Samuel Hernández Vázquez
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