Veinte centavos
Vivía en una familia devota y temerosa de Dios, normal y como todas las familias del pueblo. Recordé cuando mi mamá nos llevaba de paseo a casa de un cura.
Su amigo. Se conocieron desde que estaba en el seminario. Lo apoyaron mucho, sobre todo las
familias campesinas y pobres del barrio. Esta vez ya era sacerdote. En casa
de sus padres, también campesinos, típica de rancho, constaba dos cuartos, divididos por un pasillo desde la entrada hasta el corral, un amplio patio con arboles frutales, guajolotes y gallinas. Nos quedamos todo el día. Por
la tarde celebró una misa en el templo a la que todos asistimos. Regresamos y
mis papas platicaban de cosas de adultos, para mi era muy aburrido. El prestigio
de ser amigos del padre es casi un boleto gratis al cielo, oración 24/7 y
un servicio directo con Dios.
Este día pasó un hecho que puede ser revelador en la apreciación con el amigo de mi madre. Tenia siete años. Me llamó mucho la atención ver un montón de dinero en la cama donde estaban platicando. En mi inocencia, una moneda de 20 centavos brillaba sobre todas y me di a la tarea de tenerla. Me senté en la cama, la moneda estaba aparte del montón, pero poco a poco fui recorriéndola hasta ponerla en mi bolsillo. Esto fue con sumo cuidado, observaba las miradas y las acciones de los adultos de tal manera que no percibieran ese movimiento. No recuerdo cómo logré llevarla a mi pantalón. Todavía me angustia aquella situación tratando de recordar cómo lo hice.
¿Qué eran 20 centavos? ¿Por qué clavé mi mirada en ellos? ¿Qué me hizo ponerlos en mi bolsillo? ¿acaso no era más fácil pedirlos?
Mis papás habrían triplicado su valor.
¿Qué fuerza se apoderó de mí? ¿Quién implantó en mí tal deseo?
La moneda brillaba.
Ni la totalidad sumaba tanto, todas eran de poco valor.
¿Era su volumen?
No sé, tal vez me fascinó ver tanto dinero en morralla junto.
¿La limosna de un rancho, cuánto puede ser?
No me deja descansar el hecho infame.
Fue un espectáculo moral para los presentes: los papás del cura, el cura y mis papás. Todos se dieron cuenta, pero por vergüenza y por no faltar a la amistad callaron. ...
¿Qué eran 20 centavos?
Ahora me tortura y me envilece.
Fue un espectáculo moral para los presentes: los papás del cura, el cura y mis papás. Todos se dieron cuenta, pero por vergüenza y por no faltar a la amistad callaron. ...
¿Qué eran 20 centavos?
Ahora me tortura y me envilece.
No dejaron pasar las consecuencias y tenía que pagar por
ello, más caro que veinte centavos.
¡Yo, traía triunfante la moneda de cobre!
Cuando llegamos a casa, mi mamá sin decir palabra, apresurada, se va directo a la cocina. Las miradas entre ellos eran comunicación. No pude interpretarlas. Pasó un rato y mi papá me lleva a la cocina … me pide la moneda. … La saco del bolsillo y la pongo en su mano. Con palabras duras, dice: ¡aprenderás a no tomar nada que no sea tuyo! Con fuerza me embiste, coge mis manos y las lleva a fogón ardiendo, preparado por mi madre. Grité de dolor sin saber porqué se ejecutó tanta crueldad.
¡Yo, traía triunfante la moneda de cobre!
Cuando llegamos a casa, mi mamá sin decir palabra, apresurada, se va directo a la cocina. Las miradas entre ellos eran comunicación. No pude interpretarlas. Pasó un rato y mi papá me lleva a la cocina … me pide la moneda. … La saco del bolsillo y la pongo en su mano. Con palabras duras, dice: ¡aprenderás a no tomar nada que no sea tuyo! Con fuerza me embiste, coge mis manos y las lleva a fogón ardiendo, preparado por mi madre. Grité de dolor sin saber porqué se ejecutó tanta crueldad.
@muelcoco
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