Oda al recuerdo de un guamúchil



Me criaste entre tus ramas,
de tus frutos primaverales me servía,
no sólo de tu sombra y abrigo. 
Aquella infancia eterna, como tú: fuerte, lozano, frondoso…
Eras tú, majestuoso árbol, quien me conectaba con el mundo de la imaginación. 
¡Te recuerdo, oh guamúchil! 
Como a mi infancia lejana, crisálida y sombría.
¡Como...! Como una parte de mí. 
¿Era yo..., eras tú..., tus frutos? 
Era…, me invade la nostalgia. Tu abrigo
se perdió en la negrura y espesura de la noche. 
Te veo en la distancia, lejano de mí, incierto, inmóvil.
Ya no me llamas ni por tus ramas
ni por tus frutos.

Samuel Hernández Vázquez



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