El objeto indirecto de la sociología
Samuel Hernández
Vázquez
Roberto
Blancarte en el periódico Milenio el martes 2 de diciembre (2014) publicó una
nota sobre la muerte de Émile Poulat, sociólogo francés, especializado en temas
de religión, específicamente, sobre el estado laico. Roberto
Blancarte, además de enfatizar su relación con Poulat, su influencia
intelectual y los temas en común, termina con una frase que a simple vista me hizo dudar: “Eso como Dios, es irrelevante en términos sociológicos”. Desde mi lectura “eso” se refiere al énfasis de los
aspectos personales de su vida, cosa fútil, de poco aprecio o importancia. Pero
sobre todo “eso” se refiere a las “convicciones personales”, que resultan fútiles
para ciencia.
En sociología no se habla de Dios, ni mucho menos es su
objeto. La sociología trata sobre las relaciones de las personas y los sentidos
que dan a esas relaciones, a las instituciones, al mundo. Hablar de Dios directamente
a la sociología no le corresponde. Sin embargo, sí puede hablar del sentido que le dan
las personas, vivencial y que, muchas de las veces es compartido.
Hablar de Dios se ha vuelto tan irrelevante, que se le menciona sólo en frases
cotidianas, automáticas, muletillas y palabras sueltas.
Las personas buscan una experiencia numisona, profunda con lo sagrado y trascendente. Ya no se habla de
Dios en sociedades laicas, modernas, occidentales. Y no se habla, porque no
haya nada que decir, sino porque las sociedades occidentales son plurales y
cosmopolitas, que, hablar de Dios es irremediablemente hablar de religión,
hablar de religión es remitirse a la estructura de creencias, posturas
políticas y cosmológicas.
Es irremediable la muerte de Dios. Lo que no ha muerto es experiencia de los hombres de Dios, de lo sagrado, de lo trascendente. La
experiencia entra en las convicciones del creer, es parte de nuestra
postura ante la vida, con las cuales enfrentamos el mundo. Las creencias personales de los hombres como Dios, no son objeto de la sociología, pero como están
manifiestas en las personas y en los grupos que las poseen, termina siendo su
objeto.
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